lunes, 9 de agosto de 2010

trompo

a menudo me siento como un trompo.
vueltas, vueltas y más vueltas,
alrededor de un eje, que,
no por propio, resulta menos ajeno.

como si otro lo hubiese puesto ahí
para atraer toda mi atención.

cuántas vueltas conviene dar antes de dejarse caer ?

vueltas vueltas y vueltas
para caer, siempre demasiado cerca

vueltas vueltas y vueltas
casi sin desplazarse

vueltas vueltas y vueltas
con el mareo, como única ganancia                                                 nigel tomm

a veces creo que es demasiada energía,
mucho desgaste,
               una cantidad importante de tiempo,
para casi nada.

el otro riesgo importante de girar como trompo,
tiene que ver con el alcance de la visión.
de tanto girar alrededor de uno mismo,
solemos terminar interpretando que la realidad es
nada más que eso,

uno mismo.

cuál es la vuelta que tenemos que dar,
hasta darnos cuenta que es la última ?

la que anticipa el final

la velocidad del giro,
está directamente relacionada,
           con el entretenimiento que provoca.
cuando disminuye aquella,
disminuye este.

podríamos comparar esto con lo efímero
con que se manifiesta la alegría en tiempos como estos,
dónde a menudo,
nos parece que para que algo resulte entretenido,
                 debe ser, necesariamente,
vertiginoso y fugaz

en cualquier caso,
y si no conseguimos morigerar el vértigo de las vueltas,
sería bueno ser (un poco) más inteligente,
como para aprovechar las detenciones…
melafú!

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